Una niña inocente, la mujer más deseada, el sinónimo de destrucción. A pocos días de su presentación en Lima, recordemos las grandes transformaciones de la diva
Las diferentes identidades que habitan en el pecho de una señorita extraviada por el “star system”. Las diferentes etapas de la corta, pero vertiginosa vida de una estrella, de la niña prodigio, de la engreída de Mickey Mouse, de la lolita musical, de la princesa del pop, de la bala perdida, de la hija pródiga.
Aquí, su transformación. La metamorfosis de una mariposa que volvió a sus orígenes, que dejó de volar, que retrocedió a larva, que hoy se esfuerza por volver a deslumbrar. Aquí los constantes cambios de Britney Spears. Esa que sigue vendiendo discos, pero que según la opinión pública ya no es la misma, esa que llegará a nuestro país el próximo jueves, esa que nos dará la oportunidad de verla de cerca ahora, cuando tantas cosas han cambiado.
NIÑA PRODIGIO
Una niñita de pueblo nacida en la tierra por la que en algún momento transitó el buen Huckleberry Finn: Misisipi llegó al mundo a conquistar. La señorita creció en Luisiana, donde ganó todos los concursos habidos y por haber. Estaba designada a triunfar. Su mamá se dio cuenta de la mina de oro que había parido, decidió volcar sus esfuerzos a convertirla en un éxito.
LA ENGREÍDA DE MICKEY MOUSE
Dicen que las jóvenes estrellas forjadas en los aserraderos del mundo de la fantasía se llevan consigo una especie de maldición. Si no, solo veamos aLindsay Lohan si no, solo veamos a Britney Spears, la joven tierna que, tras ser rechazada en el primer cásting por ser muy joven, finalmente, a los 11 años, fue escogida para ser parte del selecto club de Disney. Fantástico grupo del que salió Christina Aguilera y Justin Timberlake, del que también salió ella. En 1994, un año después de haber entrado a las filas del ratón, Britney dejó el mundillo de la fantasía, el programa fue cancelado, pero pronto llegaría el estrellato.
LOLITA MUSICAL
En 1998, luego de ser rechazada por varias disqueras, Jive Records decidió creer en sus curvas, en su pegajosa voz, en su dulce, pero seductora imagen. Tenía solo 17 años; sin embargo, millones de hombres se quedaron prendados a su falda de colegiala. Britney Spears era una especie de versión moderna de uno de los más celebrados personajes de Nabokov. Britney era Lolita. La cantante debutó con “Baby One More Time”, el “star system” posó sus ojos en la mariposa que empezaba a volar, el mundo entero se comió el cuento, compró el paquete, cayó rendido a sus volátiles pies. Britney se convirtió en una estrella. Spears ya se había transformado, era un “hit”.
LA PRINCESA DEL POP
Madonna era la reina indiscutible. Luego llegó ella para demostrarle que su trono podía ser usurpado. Britney empezó a vender discos como loca a punta de vistosas coreografías y una dosis industrial de sensualidad. Primero vino “Baby One More Time”, luego llegó “Oops I did it Again”. Spears evolucionaba, mientras se iba despojando de su disfraz de niña buena, mientras iba creciendo a la luz de los reflectores, mientras iba sacándose progresivamente la ropa para beneplácito de la fanaticada, mientras iba dejando la imagen de niña pura y virginal, discursito que repetía hasta el cansancio.
Tras romperla con sus dos primeros discos, la intérprete de “Lucky” recibió un título de nobleza: “Princesa del pop” la llamaban.
Britney se hizo grande y empezó a desfilar del brazo de un rubilindo y también deseado ejemplar: Justin Timberlake, ese que, según luego confesó, le robó la flor; ese que fue, según ella, su primer hombre. Tras salir, serpiente en mano, a cantar en los premios MTV, Spears se consolidó como símbolo sexual. Después, en 2002, terminó su romance con el cantante de “N Sync. Una nueva etapa estaba por comenzar.
LA BALA PERDIDA
En el 2003 la diva se empeñó en convencer al mundo de que ya no era una niña inocente. Primero confesó que ya había perdido su virginidad, luego optó por protagonizar uno de los números más sonados de la historia reciente. En los MTV Video Awards lideró una escandalosa presentación junto a Christina Aguilera y Madonna. Esta culminó con un polémico beso con la mismísima monarca pop.
Un año después las cosas empezaron a salirse de control. En el 2004 la otrora “señorita inocencia” se casó, en una ceremonia en las Vegas, con un amigo de la infancia, Jason Alexander. La cuestión duró solamente 55 horas antes de ser anulado. Sin embargo, lo peor vendría meses después.
La artista inició un romance con el atribulado Kevin Federline. Meses después la pareja contrajo matrimonio en una ceremonia privada. Luego llegaron dos niños: Sean Preston y Jayden James. Sin embargo, nada pudo frenar el ocaso de su matrimonio. En noviembre Britney pidió el divorcio tras citar diferencias irreconciliables.
La destrucción alcanzó su vida personal. Una horda de paparazzi la fotografiaba en cada salida nocturna con la disipada Paris Hilton. Posteriormente sus entradas y salidas de rehabilitación al más puro estilo de Lindsay Lohan llenaron los titulares.
La cereza del pastel la encontró tras una semana de jolgorio. La cantante se afeitó la cabeza y terminó arremetiendo, armada con un bate, contra los fotógrafos. Finalmente, el 20 de marzo de 2007 fue internada en un centro de tratamiento, de donde salió un mes después.
Sin embargo, la mala racha no había hecho más que comenzar. Al final de 2007 la señorita intentó volver a brillar. “Gimme More” era el single con el que pensaba regresar con fuerza; sin embargo, subidita de peso y anímicamente destruida como estaba, solo consiguió un tsunami de críticas y burlas tras presentarse en los MTV Video Music Awards. “Ella no decepcionó, estuvo terrible”, dijo el “New York Times”. Una semana después, la compañía que la representaba renunció.
Mientras tanto, su lucha por la tenencia de sus dos menores hijos comenzó y, finalmente, tras poner en tela de juicio sus habilidades como madre, el controvertido Kevin Federline logró hacerse de la patria potestad de los dos niños, dejando a Spears, quien en un primer momento se encerró con uno de sus hijos por horas negándose a entregarlo, internada para ser evaluada mentalmente. Según el diagnóstico la ex princesita del pop presentaba desorden bipolar.
LA HIJA PRÓDIGA
Cuando nada parecía poder rescatarla del hoyo negro en el que se encontraba sus padres decidieron tomar cartas en el asunto. Jamie, su papá, ganó legalmente, el 1 de febrero de 2008, el control de sus bienes, alejándola de su galán de turno: el oscuro San Lutfi, acusado de drogarla para poder controlarla y contra quien se interpuso una orden de restricción para evitar que volviera a acercarse a la artista.
Tras salir nuevamente del hospital, Spears volvió a trabajar y, a finales de 2008, hizo su regreso triunfal en los MTV Video Music Awards, donde, ataviada con un espectacular vestido plateado, se llevó tres premios a casa.
Su vida había sido un circo, tal vez por eso, y a manera de catarsis, lanzó su disco “Circus”, un éxito en ventas. En el 2011 Britney Spears volvió a demostrar que no estaba muerta, que solo había estado de parranda (y ya vimos qué tal parranda). Su séptimo álbum, “Femme Fatale”, demostró que, aunque diferente, ella podía seguir conquistando el mundo.
Hoy se pasea con nuevo novio del brazo, hoy sale de la mano de sus niños, hoy sigue siendo acusada de ser “una perra que usa playback”, como le dijo la incandescente Lady Gaga. Britney Spears, la inocente, la sexy, la descontrolada, la rehabilitada está por llegar a nuestro país por primera vez. Su época de oro puede haber pasado, sus curvas pueden no ser tan suculentas como antes; sin embargo, para sus más devotos fanáticos, Britney siempre será la princesita pop de sus ojos.
Britney Spears se presentará el 24 de noviembre en la explanada del estadio Monumental. Las entradas están a la venta en los módulos de Tu Entrada, en Plaza Vea y Vivanda.
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